agosto 24, 2009

El Derecho a la Pereza

Estoy leyendo unos apuntes que hablan del Internacionalismo obrero en España, del anarquismo y del socialismo, de Bakunin y de Marx, de Fanelli y de Lafargue. Lafargue. No sé porqué lo busco en google: internacional obrero Lafargue. No sé ni por qué me meto, es muy arbitrario. Seguramente por rebeldía o por aburrimiento. La primera entrada no me invita y paso a la tercera: la omnipresente wikipedia. Dice así:
Paul Lafargue (Santiago de Cuba, 15 de enero de 1842 - Draveil, 26 de noviembre de 1911)...... casado con la hija de Karl Marx....... Su obra más conocida es `El Derecho a la Pereza´.
El Derecho a la Pereza. Suena muy bien. Ojalá. Ojalá su discurso fortalezca el mío. Pincho en el link:
Lafargue propone alcanzar, mediante la generalización del uso de las máquinas y la reducción de la jornada laboral (a tres horas!!!) , el estadio de los derechos del bienestar con el que culminaría la revolución social y cuya sociedad puede consagrar su tiempo a las ciencias, el arte y la satisfacción de las necesidades humanas elementales.
Pues no. Todavía no. Es un ensayo puramente utópico, fantástico y entrañable. O igual es demasiado moderno incluso para nosotros. Claro, él no se imaginó que después de 129 años (lo redactó en 1880) no hemos bajado de las jornadas oficiales 8 horas y que las máquinas nos tienen esclavizados y atados a ellas. Es casi futurista su proposición en cuanto a la consecución real que conllevarían esos cambios a nivel social, y sin embargo apunta directamente en el centro de uno de los males que vivimos, el de la falta de tiempo, el del tiempo invertido en producir para alimentar la gran maquinaria que nos condena, el del tiempo invertido para no tener tiempo. Consagrar mi tiempo a las ciencias, el arte y la satisfacción de las necesidades humanas elementales? Aquí? Ahora? La máquina es muy grande, es enorme, imparable, y todo lo abarca, lo ortodoxo y lo heterodoxo, lo legal y lo ilegal, la cultura y la contracultura, lo superficial, lo oscuro. No hay espacio en el tiempo de la masa para el ocio.
Pero sí. Aunque no viva esos tiempos soñados por Lafargue, lo quiero, lo quiero, lo quiero, aunque se me vaya la vida en ello, que mejor que perderla en el hastío del camino ajeno perfilado.