septiembre 21, 2010

Imagina un Dios

dolido y despechado, un dios herido y destronado por nuevos ídolos, por estrellas de rock o clases optativas de ética para los niños, desplazado por la promesa de una vida o vejez mejor en el más acá. Imagina un dios humillado que se ríe de tí y cuya única misión en el reino de los hombres es instaurar la culpa, la penitencia eterna, un dios que no renuncia a la idea del más allá, de su conquista. Imagina que dejar de fumar, estudiar, aguantarle las bromas al capullo del jefe, renunciar al trigo, machacarte en el gimnasio, ser esclavo de la moda, sufrir por querer y no poder, aceptar las normas del juego social al que perteneces o hacer horas extra no dejen de convertirte en un mediocre. Que no sea más que una broma, una imposición de la vida en la tierra por no querer  comprar tu propio pedacito de cielo.